Al andar ¿miras a los ojos? ¿Sabes cuanto puedes dar con una sola mirada? Quiero compartir algo muy especial con todos vosotros, algo que he experimentado en varias ocasiones. La última vez fue la semana pasada. Iba andando por la calle, mirando al frente, pensando en mis cosas… cuando de repente sentí una voz que me decía; -vete por aquella calle mejor.- Y pensé que sería una tontería mía, además de esa manera daba mucha más vuelta; pero de todos modos, hice caso.
A unos cuantos metros, después de andar un poco, conecté con la mirada de una Señora, ya entrada en casi los 60 años y me di cuenta de que estaba llorando. Era un lamento demasiado audible… -¿Qué le pasará a esta Señora? ¿Por qué está llorando de esa manera?- Me acerqué a ella y la cogí por los hombros preguntándole; -¿Señora que le pasa?- ¡Relájese!
A medida que esta mujer abría su corazón, los pelos del cuerpo se me ponían de punta, ya que entendía que esa voz que me había indicado la calle por donde debía andar fue el Señor. Al obedecerle, pude dar un abrazo a esa Señora, ofrecerle palabras de consuelo y aliviar el sufrimiento de esa alma cansada y sufriente. A su hija le habían detectado un bultito en el pecho y el diagnóstico era cáncer maligno. Ella me decía: -¿Por qué Dios permite estas cosas?- Mi hija es buena, trabajadora, quiere a su marido. Entonces hice mía su carga y su angustia.
Ahora, cuando pienso en ella, pienso en Jesucristo. Él llevó nuestros pecados, nuestras enfermedades, nuestros dolores. Cristo miraba a las gentes y se compadecía de ellas. ¿Hay en ti esa mirada de amor? Cuando andas entre tus semejantes ¿Los miras como los miraba Jesús? Hay tantas personas faltas de consuelo y amor. No tengas miedo a amar, pues Dios te amó a ti primero.
“Y al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban extenuadas y abatidas, como ovejas que no tienen pastor” (Mateo 9:36)